Starting on with my bad luck. [Libre]

–¡Demonios! –Masculló bajo el chico de cabellos cobrizos. Iba tarde, lo sabía. Llegaría tarde a su primera clase, y todo por quedarse ensimismado leyendo una novela. Pero es que la lectura le había atrapado, y cuando eso ocurría era muy difícil que se alejara de aquél texto impreso. También pasaba que había entrado a la universidad demasiado temprano, más o menos dos horas antes de que su primera clase fuese dada, con la intención de ser el primero en pisar el aula; y, al buscar entretenerse, se le había pasado más tiempo del deseado.

–Buenos días, disculpe el retraso… –Murmuraba a medida que caminaba a paso apresurado, casi trotando. Como si estuviese practicando qué decir en cuanto llegara al aula… diez minutos más tarde. Quizás estaba exagerando un poco, pero es que el deseaba ser puntual, ¡joder, era la primera clase! No estaba en la escuela como para andar tomándose el lujo de saltársela.

Cargaba muchas cosas encima, y es que cuando se había dado cuenta de la hora, ni siquiera se ocupó de guardarlas en la mochila que llevaba colgada en la espalda. Por lo que, iba avanzando y atrapando las cosas que amenazaban con caerse de sus brazos. Podría parecer anticuado, de esas personas que lo único que hacían era estudiar y estudiar y estudiar, de no ser por la ropa que traía y los piercing que llevaba.

Alzó la vista en cuanto llegó al pasillo, divisando las miles de puertas que había en este. Esta vez, caminó un poco más lento, modulando con sus labios “707, 707, 707” que era el número del aula que debía encontrar. Frunció el entrecejo en cuanto llegó al final del pasillo, modulando nuevamente con sus labios el número del aula de la última puerta en ese pasillo. Su suerte no podía ser más buena, era el aula 706. –Perfecto. –Dijo irónico, encima sonriendo, negando con la cabeza mientras se devolvía. –Ya no llego. –Dijo al final, a paso lento, sosteniendo de mejor manera los objetos en su mano, haciendo una maniobra para acomodar los lentes de pasta en su rostro.

Tal vez, si corría, podía llegar a tiempo.

Así lo hizo.

Pero tropezó con algo, o más bien con alguien. Y todas las cosas que llevaba encima quedaron regadas por el suelo. Maldijo ser tan torpe, mientras estiraba sus brazos, tanteando el suelo con sus manos para encontrar sus gafas. Podía ver claramente sin ellas, pero el cambio repentino de enfoque lo dejaba desorientado. –Lo siento mucho –Acomodó los lentes en su rostro y se dignó a alzar la vista, observando con quien había chocado.