Qui sait ce qui arrivera... [Libre]

La primer clase del día había transcurrido sin ningún inconveniente, y ahora, tenía un par de horas libres para hacer lo que quisiese antes de dar mi próxima clase.
Los alumnos abandonaron mi salón con una rapidez inimaginable, como lo hacían siempre. Me quedé por un par de minutos, acomodando mis papeles y demás cosas dentro de mi portafolio, sentándome en uno de los pupitres de mis alumnos para dedicarme a pensar en qué podía dedicar aquellas horas libres que tenía.
No lo pensé mucho antes de decidir que iría por un café, estaba bastante cansado, y si dormía pocas horas, me despertaría aún peor.
Me levanté del pupitre, tomando mis cosas y saliendo del salón, cerrando la puerta detrás de mi, notando los pasillos completamente vacíos, por el hecho de que todos los alumnos ya estaban en otras clases y no quedaba ni uno de ellos rondando el lugar.
Caminé a paso tranquilo por los desiertos pasillos hasta el comedor, esperando que estuviera igual de desierto, aunque a diferencia de como esperaba, sí se encontraban a penas un par de estudiantes, los que pensé que podrían haberse escapado de sus clases, cosa que realmente no me importaba, ya que no eran mis clases.
Me serví una taza de café caliente y me dirigí, mirando hacia el suelo, como si fuese lo más interesante del mundo hasta una parte alejada de donde estaban la mayoría de los estudiantes, realmente no estaba muy de ánimos como para escuchar sus infantiles charlas, más que nada por la razón de que ya fuesen adultos.
Levanté mi mirada apenas cuando llegué a aquella mesa en la que solía sentarme cada vez que entraba, encontrándome sorpresívamente con uno de los estudiantes, del que no me percaté de su presencia ya que había estado en silencio todo este tiempo.
Tal fue mi sorpresa que de mis labios sólo se escaparon cinco estúpidas palabras, arrepintiéndome un poco después de decirlas - ¿No deberías estar en clases? -

Negué a su pregunta, no iba a quitarlo de aquél lugar, ya que había llegado antes, y de hecho no era mi lugar. - No, está bien. Lo siento. - Me disculpé sin ninguna razón aparente, quizás, por haberlo molestado, di un sorbo a mi café para luego hacer una pequeña reverencia con la taza en mis manos, queriendo voltearme para irme y no molestar más al estudiante, pero algo me lo impidió.
Por alguna razón, no podía, o tal vez, no quería voltearme para irme. No había visto en ningún otro lado a aquél estudiante, el cual me llamaba de extraña manera la atención. Sentí una rara sensación de querer conocerlo más. - ¿Puedo sentarme? - Pregunté un poco desorientado por los pensamientos que se cruzaban extrañamente en mi mente, sin saber muy bien la razón de mi pregunta, y probablemente, sin querer saberla.
Esperé su respuesta aún parado a un lado de la mesa, con una expresión de normalidad en mi rostro, ya que mis emociones no solían reflejarse en este con facilidad, esperando que no le pareciese rara o inapropiada mi pregunta.